Muchas veces os he contado que
mi madre Marichu no era una gran repostera… no, le gustaba cocinar, pero los
dulces no eran su especialidad. Así, que normalmente, siempre preparaba postres
sencillos, de los que salen si o si.
Por eso, cuando la mujer de un
amigo de nuestro padre, le dio esta receta, ¡!no se lo podía creer!! Una receta
de lujo para rematar una buena comida, super fácil de hacer y que se preparaba
con antelación. Pasó a ser su receta estrella.
La receta era de una familia
de Bilbao, propietarios de la “Pastelería del parque”, una pastelería de esas
de toda la vida, que mantenían la tradición de la buena repostería. Mi madre la
hacía un poco más simple de lo que yo la he hecho. Ella solo hacía el relleno y
lo volcaba sobre un molde caramelizado. Es decir, no tenía base de bizcocho, ni
llevaba la yema tostado por encima. Al desmoldarla quedaba cubierta de
caramelo, perfecta. Siempre la acompañaba de unos “cigares russes” que compraba
en Francia deliciosos…
A mi me parecía una receta tan
simple, que no la tenía publicada, pero he encontrado por Internet tantas
versiones de esta tarta, que al final la he adaptado y ha resultado una tarta
espectacular. El relleno me gusta más el de mi madre porque no lleva gelatina,
pero el bizcocho y la yema tostada, la mejoran mucho. He usado la receta de “La cocina de Auro”.
No os la perdáis y para esta
época, que ha llegado ya el calor, el sol y que ya mismo estamos en la playa
todo el día, es un postre de 10.
Ingredientes :
4 huevos
125 grs de Azúcar
125 grs de Harina
Sal
250 grs de Nata
3 Huevos
3 cucharadas de Whisky
200 grs de Azúcar
100 grs de Azúcar
100 ml de Agua
Whisky
3 Yemas
1 Huevo
150 ml de Agua
150 grs de Azúcar
2 hojas de gelatina
Azúcar moreno
Preparación :
Lo primero que vamos a
preparar es la base de bizcocho. Para ello haremos una plancha de bizcocho
genovés. Precalentamos el horno a 180ºC. Cubrimos una bandeja de horno con
papel sulfurizado y tamizamos la harina.
Juntamos en un bol los huevos,
el azúcar y una pizca de sal y los batimos durante un buen rato, hasta que el
azúcar se disuelva y los huevos blanqueen. Lo podemos hacer con las varillas
eléctricas o con la bola, en la amasadora. La mezcla debe, al menos, duplicar
su volumen.
Ahora, con ayuda de una
espátula, vamos incorporando la harina poco a poco, con movimientos
envolventes. Lo hacemos con mucho cuidado para no bajar la mezcla anterior y
hasta que incorporemos del todo, la cantidad total de harina.
Vertemos la masa sobre la
bandeja de horno que teníamos preparada y alisamos su superficie. Metemos la
bandeja al horno y la dejamos durante 15 minutos, hasta que se haga bien el
bizcocho y la superficie esté dorada. Hay que estar pendiente del horno, porque
la masa tiene que cocerse bien, pero no se tiene que quemar ni secar.
Sacamos la bandeja del horno y
la dejamos enfriar sobre una rejilla.
Mientras tanto preparamos el
relleno de la tarta. La nata deberá estar muy fría. La ponemos en un bol o en
el recipiente de la amasadora y la montamos con las varillas. Separamos las
claras y las yemas de los huevos y cuando la nata esté bien firme, añadimos las
yemas una a una, hasta integrarlas bien. Incorporamos también el azúcar y al final
2 o 3 cucharadas de whisky, según los gustos de cada uno. Reservamos esta
mezcla.
Montamos las claras a punto de
nieve y con ayuda de una espátula, las integramos en la mezcla anterior, poco a
poco y con mucho cuidado, para no bajar ninguna de las dos preparaciones.
Preparamos un molde redondo
desmoldable, cubriendo el fondo y las paredes con papel de horno y engrasando
toda la superficie del molde. Cortamos un círculo del bizcocho que hemos
preparado, de la misma medida que el fondo de este molde. Lo colocamos en la
base del molde.
Preparamos un almíbar con el
agua, el azúcar y un chorrito de whisky, poniendo todo a hervir, lo justo para
que se derrita el azúcar. Con ayuda de una brocha, empapamos bien el bizcocho
con este almíbar y vertemos por encima, la preparación de huevos y nata, que
teníamos reservada. Alisamos bien la superficie y metemos el molde al
congelador, por lo menos durante 4 horas.
Pasado ese tiempo, preparamos
la cobertura de yema. Para ello, hacemos un almíbar con el agua y el azúcar y
en cuanto empiece a hervir, le añadimos las hojas de gelatina remojadas.
Esperamos a que se derritan y lo retiramos del fuego, dejando que temple un
poco.
Batimos las yemas y el huevo
hasta que blanqueen y entonces empezamos a añadir el almíbar, en hilo, sin
dejar de batir, hasta incorporarlo totalmente. Dejamos enfriar esta mezcla un
poco y la vertemos por encima de la tarta. Volvemos a meter la tarta al
congelador y cuando esta última capa se haya helado, la caramelizamos.
Para ello, espolvoreamos
azúcar moreno por toda la superficie de la tarta y lo quemamos con el soplete. Si
nos apetece, podemos decorarla además con algunos adornos de nata montada. En
cualquier caso, volvemos a guardar la tarta en el congelador hasta que la
vayamos a consumir.
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