Nunca me canso de descubrir ingredientes. En este caso he usado por primera vez la harina de algarroba. No era un producto desconocido, porque por esta zona, por la costa mediterránea, hay muchos algarrobos, pero es la primera vez que uso este tipo de harina. Es una harina basta, oscura y con un ligero sabor a cacao. Se ha utilizado mucho como sustituto de este ingrediente. Y por lo visto, tiene muchos valores nutricionales 

Y aunque por aquí haya muchos algarrobos, la harina me la trajo Eduardo, el hijo de nuestra amiga María Victoria, de Portugal. La encontró en un mercadillo y le pareció que a mi me iba a gustar usarla en la cocina. Y acertó. 

He encontrado muchas recetas para usar este ingrediente, pero he empezado por estos cupcakes, que están basados en una receta que publicó hace poco Irmina, del blog “El zurrón de los postres”. Ella hace unos bizcochos un poco más grandes, pero yo he preferido hacerlo en bizcochitos individuales y les he añadido la mermelada para aportar más jugosidad y apreciar el contraste de sabores. 

Tengo que decir que los cupcakes estuvieron muy ricos, pero que se nota que esta harina no es tan fina como la de trigo, quedan unos cupcakes más ordinarios y sin ofender, como más “de pueblo”. Por supuesto, con esto no quiero decir que sean mejores ni peores, solamente que en su textura se nota que la harina es diferente. 

Y los que me conocéis ya sabéis que sobre este tipo de productos tengo mi propia teoría. No veo la necesidad de usar ciertos productos de inferior calidad, como sustitutos, pudiendo usar los originales. Entiendo que ha habido épocas pasadas en la que el uso de determinados productos eran un verdadero lujo o simplemente no llegaban a los mercados. No es nuestro caso, hoy en día tenemos acceso a todos los productos todo el año y no nos privamos de nada. Vivir en esta época es todo un lujo. 

La harina de algarroba se utilizaba cuando no había nada de nada y se usaba sobre todo como sustituto del cacao. Es un muy buen sustituto, pero no es lo mismo. Por eso, creo que hoy en día no hace falta tener que usar este tipo de harina, pudiendo hacer los cupcakes con harina de trigo, mucho más refinada y con cacao en polvo, que lo encontramos en todas partes. 

Pero también entiendo que, quizás, si variamos los ingredientes e introducimos en nuestra alimentación todo tipo de ingredientes, aportaremos a nuestro organismo todos los nutrientes que necesitamos. Supongo que cada ingrediente diferente aportará nutrientes diferentes que necesitamos para nuestro día a día. 

Por eso os recomiendo que probéis estos cupcakes, porque, aunque no es necesario usar harina de algarroba para prepararlos, este tipo de harina proporciona una textura diferente y nos aporta nutrientes diferentes. Y, sobre todo, porque están ¡!buenísimos!!

Ingredientes : 

2 Huevos 

160 grs de Azúcar 

100 grs de Aceite de Oliva Virgen Extra 

100 grs de Leche 

100 grs de Harina de Trigo 

80 grs de Harina de Algarroba 

40 grs de Cacao en polvo 

2 cucharaditas de Levadura Royal 

1 pizca de sal 

1 cucharadita de Extracto de Vainilla 

Mermelada de Albaricoque 

Azúcar Glas 

Almendra Crocanti 

Preparación : 

Precalentamos el horno a 180ºC. Preparamos la bandeja de cupcakes, poniendo en cada hueco una cápsula de papel para cupcakes. 

Ponemos en el recipiente de la amasadora los huevos y el azúcar y los batimos con la bola hasta que blanqueen. Mientras tanto mezclamos en un bol la harina de trigo con la de algarroba, el cacao, la levadura y una pizca de sal. 

Cuando los huevos estén bien batidos, incorporamos el aceite y seguimos batiendo, hasta que se integre totalmente. Este proceso lo podemos hacer a mano con la ayuda de unas varillas. Cambiamos el accesorio de la amasadora y ponemos la pala mezcladora (si lo hacemos a mano, usamos una espátula). Empezamos a echar a cucharadas la mezcla de harinas, sin dejar de remover y alternamos con la leche. Al final, añadimos el extracto de vainilla. 

Cuando hayamos conseguido una mezcla homogénea, con todos los ingredientes integrados, la vertemos en una manga pastelera. Ponemos un poco de masa en cada cápsula de papel. Añadimos una cucharadita de mermelada de albaricoque en cada cupcake y rellenamos de masa cada uno de ellos, hasta el borde. Podemos rellenar los cupcakes sin usar la manga, pero de esta forma resulta más fácil y es más limpio. Con estas cantidades han salido 10 cupcakes. 

Metemos la bandeja de cupcakes al horno y esperamos unos 18 minutos, hasta que estén bien horneados. Los sacamos y los dejamos enfriar sobre una rejilla. Espolvoreamos por encima azúcar glas y los servimos acompañados de granillo de almendra crocante. 

Aunque hoy en día encontramos todo tipo de verduras todo el año, a mí me gusta pensar, que todavía podemos disfrutar de la estacionalidad de los productos que utilizamos en la cocina. Suelo aprovechar cada época del año para comprar y conservar las verduras propias de esos meses. No todas las verduras se pueden conservar, pero muchas de ellas si y a me encanta tener el congelador bien provisto de todo tipo de hortalizas, verduras, legumbres, frutas, …. 

Una de las verduras que más suelo comprar son las alcachofas y esta es su época. ¡!Me gustan muchísimo!! Y aunque por aquí, por la zona de la vega de Vélez-Málaga y por la Alpujarra, hay muy buena alcachofa, no siempre me resulta fácil encontrarlas. Eso sí, el día que las encuentro, compro ¡!para todo el año!! 

Por esta razón, no suelo comprar muchas verduras envasadas. Y, sobre todo, nunca he comprado muchas alcachofas envasadas. Hace un tiempo, cuando publiqué la receta de “Pasta con Alcachofas y Scamorza” os conté que había usado unos corazones de alcachofa congelados que dieron muy buen resultado. Y para hacer esta receta he usado un frasco de corazones en conserva que me lo trajo mi prima Isabel de Bilbao y que tengo que decir, que estaban deliciosos. En cualquier caso, las conservas en tarro, siempre tienen un punto de sabor más industrial que la verdura congelada. 

La receta es de la revista “Saveurs” del mes de mayo y es otra receta para la carpeta de recetas fáciles y rápidas. En un momento, preparas un plato completísimo y super sabroso. Y estoy segura de qué, si lo preparamos con alcachofas naturales, conseguiremos ¡!un plato de 10!!

Ingredientes : 

4 Pechugas de Pollo 

250 gr de Corazones de Alcachofa en conserva 

250 ml de Vino Blanco 

125 ml de Caldo de Pollo 

Harina 

Perejil 

40 gr de Mantequilla 

Alcaparras 

2 dientes de Ajo 

1 Limón 

Sal 

Pimienta Negra 

Aceite de Oliva Virgen Extra 

Preparación : 

Limpiamos bien las pechugas y las troceamos. Las salpimentamos a nuestro gusto y pasamos los trozos por harina, de forma que queden bien cubiertas, retirando el exceso de harina con cuidado. 

Ponemos al fuego una sartén con 10 gr de mantequilla y dos cucharadas de aceite. Cuando esté bien caliente, freímos los trozos de pollo, hasta que estén bien dorados y hechos por dentro. Los reservamos aparte. 

Pelamos los dientes de ajo y los troceamos. En la misma sartén donde hemos frito el pollo añadimos 20 gr de mantequilla más y una cucharada de aceite. Freímos los dientes de ajo y cuando empiecen a dorarse, incorporamos los corazones de alcachofa escurridos y cortados en dos. Vertemos sobre ellos el vino y desglasamos bien la sartén. Dejamos que hiervan suavemente 5 minutos para que reduzca el vino. 

Añadimos entonces el caldo de pollo, el zumo de ½ limón y las alcaparras. Llevamos todo a ebullición y lo dejamos espesar otros 5 minutos. Finalmente incorporamos los 10 gramos de mantequilla que nos quedaban y removemos bien. Volvemos a poner el pollo en la sartén, rectificamos de sal y pimienta y espolvoreamos el guiso con perejil picado. Dejamos que el pollo absorba el resto de los sabores unos 2 minutos y lo servimos inmediatamente, decorando los platos con unas rodajas de limón.

Me encanta reunir gente en mi casa, que vengan a comer, merendar o cenar nuestros amigos y hacer reuniones eternas, en las que se habla de todo y de todos y se disfruta de la buena comida y de la buena compañía. Siempre encuentro una excusa para organizar una reunión y si no la encuentro yo, ¡!me la buscan mis amigos!!

Solemos reunirnos dos veces al año, en mi casa, un grupo de blogueros cocinillas, que se han convertido con el tiempo, en familia. ¡!Qué bien lo pasamos!!! La última reunión fue hace poco y volvimos a disfrutar como si fuera la primera vez. Es un no parar de hablar, de comer y de beber…. ponernos al día, contarnos nuestras alegrías y nuestras penas y disfrutar de estar todos juntos.

Y aunque a veces, a mí, me supone un esfuerzo extra, porque solemos pasar de 18 personas, me compensa siempre y además cuento con la ayuda inestimable de mis hermanas. Y además, siempre tiene recompensas…. 

Esta última vez y como casi siempre, Ana Ruiz, del blog “Cocina con Ana” y su marido Antonio, vinieron cargados de pimientos rojos y amarillos de su propia explotación agrícola. Impresionantes. Yo no soy capaz de encontrar pimientos de esa calidad en el mercado, son insuperables. Pero claro, eso también supone estar siempre buscando nuevas recetas para darles uso (lo hago de mil amores). 

Buscando recetas con pimientos, encontré esta “Tarta de Pimientos y Cebollas” en la página “The gloss magazine” y me pareció muy apetecible. Además, tenía la curiosidad de que la masa quebrada de la base estaba preparada con harina de trigo sarraceno. Es diferente, está muy rica, pero yo sigo prefiriendo la harina blanca… cada uno que elija a su gusto.

La tarta es perfecta como aperitivo, como entrante o para acompañar a un plato de carne o pescado, como guarnición. ¡!Vale para todo!!!

Ingredientes : 

300 grs de Harina de Trigo Sarraceno 

125 grs de Mantequilla 

1 Huevo 

2 cucharadas de Agua fría 

2 Pimientos Rojos 

2 Pimientos Amarillos 

1 Cebolla Roja 

1 diente de Ajo 

8 Tomates Cherry 

½ Limón 

Sal 

Pimienta Negra 

Romero o Tomillo 

Aceite de Oliva Virgen Extra 

Preparación : 

Lo primero que hacemos es preparar la masa de la base. Ponemos la harina en el recipiente de la amasadora y la empezamos a mover con la pala. Incorporamos poco a poco y a velocidad baja la mantequilla muy fría, cortada en trocitos. Seguimos mezclando, hasta que se formen grumos y la mezcla parezca una arena gruesa. 

Añadimos entonces el huevo y el agua fría y mezclamos un poco, lo justo para que la masa se compacte, pero sin pasarnos. Sacamos la masa del recipiente y con ayuda de las manos, formamos una bola. La cubrimos con film transparente y la guardamos en el frigorífico. 

Precalentamos el horno a 180ºC. Lavamos los pimientos, los secamos, les quitamos el rabito y las semillas y los cortamos en tiras. Pelamos la cebolla y la cortamos en juliana fina. El diente de ajo lo pelamos y lo picamos muy fino. Y los cherries los lavamos y los cortamos en dos o cuatro dependiendo del tamaño. 

Ponemos todos los ingredientes en un bol y los regamos con aceite. Los salpimentamos al gusto y removemos bien. 

Sacamos la masa de la nevera y la estiramos entre dos papeles de horno con ayuda de un rodillo. Cubrimos el fondo del molde que vayamos a utilizar con papel de horno, lo engrasamos bien y colocamos la masa estirada por encima. La ajustamos bien al molde, por el fondo y los laterales y recortamos lo que sobre, pasando el rodillo por encima. 

Rellenamos la base de la tarta con las verduras aliñadas y les añadimos rodajas de limón cortadas en trocitos y un poco de romero o tomillo. Horneamos la tarta unos 40 minutos, hasta que las verduras estén tiernas y la masa bien hecha. La sacamos del horno y esperamos unos minutos para desmoldarla y servirla.

Un año más, hoy 16 de octubre, celebramos el Día Mundial del Pan. Un día, en el que se intenta dar visibilidad a este alimento, tan básico en todas las culturas y tan rico. La variedad de panes alrededor del mundo es infinita y cada año, intento mostraros alguno de los diferentes tipos de pan que vamos probando en casa. 

Este año le ha tocado el turno a uno de los panes planos que más extendido está en la zona de Asia Central. Es un pan ligero, un poco gomoso y muy, muy sabroso. Porque las semillas de comino negro (o nigella o kalonji) son muy sabrosas, con un ligero sabor a cebolla. 

La forma tradicional de hornear estos panes es pegándolos a las paredes de los hornos tandori. Cada familia prepara sus panes en casa y los lleva a hornear al horno del pueblo. Por eso se marcan, para que cada uno sepa cual es su pan. Cada uno tiene su propio sello. 

He encontrado la receta de este pan en el libro “Samarkand” de Carolin Eden y Eleanor Ford. Es un libro que recopila las recetas de la tradición culinaria de Asia Central y el Cáucaso. Recetas de todo tipo, que apetecen siempre. Es uno de esos libros, que según vas pasando las hojas, te van entrando ganas de hacerlas todas, de probar todos esos sabores de oriente, tan diferentes de los nuestros, pero tan ricos…. 

Y, además, tengo la suerte, de que no solo me compré este libro tan maravilloso, si no que Mariví, la hija de nuestra amiga María Victoria, vive en Uzbekistan y me ha ido trayendo diferentes utensilios, de los que usan allí para trabajar las masas y los panes. Entre ellos, me trajo los sellos para marcar panes: ¡!son una preciosidad!! 

Espero que seáis, como yo, de los que disfrutáis de un buen pan y celebréis este día como se merece, con un buen pan en vuestra mesa. 

Con esta receta de “Pan Non” participo en el evento que organiza Zorra, en su página “Kotchtopf”: Worl Bread Day 2018. También lo podéis encontrar aquí (en español).

Ingredientes : 

190 grs de Harina común 

10 grs de Levadura fresca 

¾ cucharadita de Sal 

½ cucharadita de Azúcar 

Aceite de Oliva Virgen Extra 

½ cucharadita de semillas de Comino Negro (Nigella/Kalonji) 

Preparación : 

Ponemos la harina, la levadura, la sal y el azúcar en el recipiente de la amasadora. Añadimos 125 ml de agua y empezamos a amasar, hasta que se integren todos los ingredientes. Necesitamos que la masa sea elástica, por lo que, si vemos que necesita un poco más de agua, se la añadimos. Amasamos con el gancho, durante al menos 10 minutos, hasta que obtengamos una masa lisa, suave y brillante. 

Sacamos la masa del bol a la encimera y formamos una bola. Engrasamos el bol con aceite y colocamos la bola dentro. Lo cubrimos con un paño y lo dejamos reposar durante unas 2 horas, levando, hasta que la masa duplique su volumen. 

Sacamos la bola de masa otra vez a la encimera, le quitamos el aire y volvemos a formar otra bola. La dejamos en la encimera, sobre un papel de hornear, cubierta con un paño y esperamos a que vuelva a doblar su volumen, en unos 45 minutos. 

Precalentamos el horno a 240ºC y colocamos dentro del horno una piedra de hornear o la plancha de acero. Necesitamos que esté muy caliente cuando vayamos a meter el pan a hornear. 

Cuando el horno esté bien caliente y la masa haya levado por segunda vez, es el momento de marcarlo en el centro, con un sello de marcar pan o con las púas de un tenedor. Para ello aplastamos el centro del pan con el puño y marcamos con el sello. Pintamos la superficie del pan con aceite y lo espolvoreamos por encima con semillas de comino negro. 

Ponemos un recipiente con agua en la solera del horno y con ayuda de una pala, introducimos el pan en el horno, deslizándolo con ayuda del papel, sobre la piedra caliente. Horneamos el pan durante 15 minutos, hasta que esté bien dorado y por la parte de abajo, suene hueco.

Este verano pasado compré por primera vez un vinagre balsámico de Modena de verdad. Un vinagre con IGP delicioso. Lo compré para un regalo a un amigo, pero claro, tuve que comprar otro para mí. Poco después, Ana María, de “Cocinando entre olivos” me regaló otra botella de un Aceto Balsámico de Modena IGP de otra marca. En poco tiempo, de no haberlo utilizado nunca, me he encontrado con dos botellas de un producto excepcional, al que tengo que darle buena cuenta. 

Buscando recetas para utilizarlo y que no fuera siempre como vinagre para ensaladas, encontré recetas diferentes y deliciosas, a las que yo, nunca hubiera añadido vinagre. 

Una de estas recetas es este risotto, al que el contraste del dulzor de la calabaza con el ácido del vinagre lo hace impresionante. Y si además le añadimos el sabor y el crujiente de las avellanas y el frescor de una hierba fresca (en mi caso cebollino), hemos conseguido un plato impresionante por su sabor, su textura y su sencillez. 

La receta la encontré en la página del Consorcio del Balsámico de Modena IGP. Por supuesto en la misma página hay muchas más recetas…. así que como siempre, ¡al final me falta vinagre! 

La primera vez que hice esta receta, la preparé en casa de nuestros amigos Juana y Jesús. Usé la preciosísima vajilla de San Claudio de Juana. Así que cuando la he vuelto a hacer para poder fotografiarla mejor, le he pedido sus platos, para que la foto reflejara exactamente la primera receta que hemos preparado con este nuevo producto. Es una preciosidad, ¿no os parece?

Ingredientes : 

300 grs de Arroz Carnaroli o Arborio 

300 grs de Calabaza 

½ Cebolla dulce 

1 litro de Caldo Limpio 

30 grs de Mantequilla 

Queso Parmesano 

60 grs de Avellanas tostadas 

Aceto Balsámico de Módena IGP 

Sal 

Pimienta Negra 

Aceite de Oliva Virgen Extra 

Tomillo fresco o Cebollino 

Preparación : 

Pelamos la calabaza y la cortamos en dados. Una vez cortada, pesamos los 300 gramos. Los ponemos a cocer en una cazuela con agua y un poco de sal, hasta que esté tierna. La escurrimos bien y la trituramos. Reservamos este puré de calabaza. 

Pelamos la cebolla y la picamos en brunoise muy fina. Cubrimos el fondo de una cazuela con aceite y cuando esté caliente añadimos la cebolla picada con una pizca de sal. Dejamos que se poche a fuego suave y esperamos hasta que esté bien hecha, sin tomar color. 

Sobre esta cebolla haremos el risotto, pero como en mi casa no se puede dejar la cebolla en trozos en el plato, lo que hago es escurrirla y triturarla junto con la calabaza. Pero lo normal sería cocinar el arroz sobre esta cebolla. 

El caldo y el puré de calabaza deberemos tenerlos bien calientes. Cuando la cebolla esté lista añadimos el arroz a la cazuela y lo removemos bien, de manera que todos los granos se impregnen del aceite y se tuesten ligeramente. Cubrimos el arroz con un poco de caldo y dejamos que empiece a hervir. A partir de este momento y sin dejar de remover, añadimos alternativamente caldo y puré de calabaza, esperando que se absorba una cucharada, para echar la siguiente. Este proceso lo haremos durante 15/18 minutos, hasta que el grano de arroz esté tierno y ya no absorba más líquido. 

Cuando el arroz esté listo, lo retiramos del fuego y le añadimos la mantequilla y un puñado de queso Parmesano rallado. Removemos bien para integrar estos dos ingredientes y servimos el arroz inmediatamente. Ya en el plato, lo decoramos con avellanas tostadas, un hilo de Aceto Balsámico de Módena y alguna hierba fresca.